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Prolegómenos del golpe de estado: recuerdos del tanquetazo

Cucho Márquez

Actualizado: 7 ene 2024


En medio del fárrago en pos del rescate de la memoria de nuestro pasado reciente, suelo encontrarme con pocos buenos ejercicios y poca médula también... Como no es posible olvidar aquello que se desconoce, escupiré mis primeros recuerdos para contribuir un poco con lo que sé, aclarando que se trata sólo de una mezcla de memorias personales, cotejados en lo posible por otros, con información básica proveniente de investigaciones mínimas, aunque honestas, y que luchan para no estar determinadas por la subjetividad ni el peso de la ideología. La proporción de los ingredientes la desconozco incluso yo.


Hasta ahora, no lograba darme cuenta del porqué, cada vez que trataba de alcanzar mis recuerdos del 11 de septiembre del 73, se me atravesaban los del tanquetazo, es decir, algo sucedido dos meses y medio antes del golpe mismo. Con el ejercicio de escribirlo apareció la razón de ese desplazamiento mental: lo que percibí al comienzo de esas dos jornadas se parecía mucho, si es que no llegaba a ser igual.


Era la mañana del 29 de junio de 1973 cuando un compañero argentino, militante del MAPU Garretón (el ala más izquierdista del recientemente fraccionado Movimiento de Acción Popular Unitaria) llegó a despertarme, un tanto apremiado, porque el momento del golpe de Estado parecía haber llegado, ese momento tan temido y conversado en los círculos militantes del período, especialmente entre aquellos que creíamos que la burguesía no soltaría así no más sus privilegios de siempre.


Varias familias compartíamos una casa ubicada en la esquina nororiente de Cóndor con Santa Rosa, una casa que todavía parece existir. Su ubicación nos permitió asomarnos a una ventana y ver desde muy cerca el paso de una fila de tanques camino de la Alameda, donde doblarían hacia La Moneda. Habían surgido desde el Regimiento Blindados Nº 2, Maturana, situado una cuadra más al norte de Avenida Matta, por la misma Santa Rosa, conducidos por su comandante, el teniente coronel Roberto Souper(1). Los tanques iban con las torretas abiertas y por ellas asomaba el comandante de cada unidad.


Cóndor queda a 4 ó 5 cuadras de la Alameda, así que —con apenas 20 años a cuestas— llegar a ver qué pasaba fue cosa de coser y cantar… De no escucharse el tableteo de las ametralladoras a lo lejos, habría sido uno más de esos días grises típicos de invierno en que la nubosidad se siente como eterna y se tiene la certeza de que no se va a largar a llover… Las calles estaban vacías de vehículos y los peatones se apiñaban en grupos de curiosos mirando al poniente y comentando la situación, algunos corrían y contagiaban al resto, pero luego se calmaban, unos pocos coreaban consignas mientras palmeaban… Pero las radios a pila concentraban toda la atención y sus dueños eran los protagonistas.


ARMAS

TENDRÁ EL PUEBLO


Allende no estaba en La Moneda, sino en su casa de Tomás Moro. Desde allá transmitió por cadena radial aclarando las cosas: que un pequeño grupo de militares estaba disparando contra La Moneda y que la guardia de palacio los enfrentaba, que el general Carlos Prats(2) estaba al tanto y que se disponía a enfrentar a los rebeldes, pero lo más importante es lo que seguía a continuación:

  • Llamo al pueblo para que tome las industrias, pero no para ser victimados. Que el pueblo salga a la calle, pero no para ser ametrallado. Que lo hagan con prudencia con cuanto elemento tengan en sus manos. Si llega la hora, armas tendrá el pueblo(3). (El destacado es mío).

Aunque a renglón seguido agregó:

Pero yo confío en las Fuerzas Armadas leales al gobierno. (El destacado es mío).


El resto es más o menos conocido: el general Prats recorrió las unidades militares cercanas a Santiago para asegurar su ayuda (encontró leve y breve resistencia sólo en la Escuela de Suboficiales) y decidió enfrentar cara a cara a los amotinados para evitar un enfrentamiento… Peripecias más, peripecias menos, algunos tanques se rindieron y otros huyeron ante la llegada posterior del Regimiento Buin hasta que el teniente coronel Souper se entregó por la tarde junto a otros oficiales del Maturana(4); ministros y altos mandos militares aparecieron triunfantes en los periódicos de la tarde, así como en los del día siguiente; los líderes del Movimiento Nacionalista Patria y Libertad, directamente involucrados en el levantamiento, se asilaron en la embajada de Ecuador; Allende pidió autorización al Congreso para decretar estado de sitio; El Mercurio fue allanado por la Policía de Investigaciones; los trabajadores de los cordones industriales se tomaron más de 300 fábricas, etc, etc, etc…


BIRLIBIRLOQUE


Pero lo más decisivo para mí fue que esa misma tarde la Plaza de la Constitución se llenó de tope a tope con el pueblo apoyando a su gobierno… Entre ellos, yo, que por lleno que estuviera de las ilusiones propias de estudiante revolucionario, no era tan ingenuo como para esperar salir de la plaza con un fusil bajo el brazo... Todos estábamos allí, repletos de coraje, voceando consignas de toda especie, pero pidiéndole a Allende algo completamente nuevo, inusitado, y no sólo a la sombra de las banderas rojinegras, como podría haber sido costumbre, sino como un clamor que envolvía a todos los presentes:


¡Armas, compañero! pedía la multitud a su presidente... Pero el presidente como si nada… De hecho, para explicar lo sucedido, pidió que no se me interrumpa ni con aplausos, ni con gritos, ni con consignas, y pasó a continuación a rendir homenaje a las fuerzas leales y a las víctimas de la jornada (hubo 22 muertos(5)).


Luego de un largo relato de los hechos y de conectarlos con los intentos sediciosos de la oposición al gobierno, así como de detallar la solidaridad internacional recibida, concluyó:

  • Compañeros trabajadores de Santiago, tenemos que organizamos. Crear y crear el poder popular, pero no antagónico ni independiente del Gobierno, que es la fuerza fundamental y la palanca que tienen los trabajadores para avanzar en el proceso revolucionario(6).

  • Por eso he querido convocarlos y quiero que den una vez más una gran lección; que se retiren a sus casas, que vayan a encontrar el calor de los suyos. Yo sé que, en cada hogar modesto y humilde, en cada casa de trabajador había esta mañana una dolorosa inquietud. Yo sé que aquí en Santiago como en el resto de Chile, todos, también los trabajadores del campo, estaban con su espíritu alerta y con la decisión revolucionaria de combatir si era necesario por Chile y su destino libre.

  • Compañeros, todavía algunos grupos fascistas están por allí, tengan cuidado, no caigan en provocaciones. Tienen que tener confianza en el Gobierno, que ha demostrado su fuerza esta mañana y seguiremos demostrándola.

  • Compañeros, quédense en sus casas; únanse a sus mujeres y a sus hijos en nombre de Chile. Lleven mi cariño, mi respeto, mi admiración y mi fe a cada uno de los hogares de ustedes. (Todos los destacados son míos).

Inicio del discurso

Texto del Discurso Completo

Jamás en mi vida he visto tanta decepción en los rostros de los manifestantes, algunos de los cuales habrían salido con cuanto elemento tuvieron en sus manos a defender a ese gobierno que sentían tan propio; jamás vi tanto desánimo ante una oferta hecha en la mañana y que se esfumó esa tarde como en la manga de un mago… Era tanto mi asombro, que con el correr de los años me preguntaba si no sería mi espíritu crítico el que me jugaba la mala pasada de confundir mis fantasiosos deseos con los hechos contundentes, ¿no sería que yo quería recrear algo así como la toma del Palacio de Invierno con la miserable realidad de trabajadores armados con tubos de fierro y simples y criollos colihües?


Pero he aquí que las palabras de un allendista vinieron en mi auxilio para corroborar, si no la letra, al menos el espíritu de mi relato, un allendista absolutamente libre de cualquier sospecha izquierdizante y una persona por lo demás próxima al presidente… En una parte de la entrevista aparecida en The Clinic el 29 de agosto del 2017, Luis Poirot, el fotógrafo del propio Allende en la campaña del 70, que cubrió la visita de Fidel y ha dejado como testimonio de esos tiempos gloriosos innumerables fotografías, afirmó ante algunas preguntas de Daniel Hopenhayn:


Dices algo llamativo en el prólogo del libro(7): que el día del Tanquetazo (29/06/73) se quebró el romance entre Allende y el pueblo que lo quería defender.

  • Es una idea mía y puede estar equivocada, pero yo sentí eso. Yo viví todo el 29 de junio adentro de La Moneda, el Coco me hizo entrar por Morandé. Y ese día la gente había salido con palos en la mano a enfrentarse a los tanques, dispuesta a vender cara la vida. Estaban encarajinados, con rabia, “¡estos milicos conchas de su madre, qué se han creído!”. Era una situación muy, muy dura. Y ya de noche, con la crisis controlada, la gente se autoconvoca en la Plaza de la Constitución y le pide a Allende que salga.

¿La plaza llena?

  • ¡Pero llena, llena! Y en un estado de efervescencia, porque a esa hora la derecha estaba escondida, asustada. Yo estaba detrás de Allende en el balcón y vi una situación prerrevolucionaria, cuando basta que alguien se suba arriba de un auto, diga “¡todos a la Bastilla!” y se produce la toma de la Bastilla. Bastaba una gota y partían todos. La gente gritaba “¡a clausurar el Congreso y descabezar a las fuerzas armadas!”. Era ir al Congreso, que estaba a dos cuadras, y después al Ministerio de Defensa.

  • Y te digo que ahí había decenas de miles de personas. Pero sale Allende al balcón y qué les dice: “No, compañeros, esto se resuelve por la vía constitucional”. Ese fue el drama hamletiano: Allende es un demócrata de verdad, un parlamentario, de verdad cree en eso. ¡Se la habían dado en la mano para tomar medidas de fuerza! Ese día tenía toda la justificación del mundo y a toda la gente a su favor para hacerlo. Pero él no: “Vayan a su casa tranquilos, besen a su mujer y a sus hijos, esto ya está encauzado”. Y por primera vez lo pifiaron.

¿Lo pifiaron?

  • Sí, lo pifiaron, le chillaron. La gente se desilusionó, se fue de mala gana. No se me va a olvidar nunca esa sensación: “aquí la gente se apartó”. Yo creo que ahí se terminó ese espíritu de vender cara la vida para defender esto, y que por eso la gente no salió el 11 de septiembre. Pero Allende era lo que era, no le puedes pedir que sea Lenin, él nunca habló de eso.

Entrevista Completa

Por mi parte, sospecho que no sólo se trató del llamado a irse para la casa lo que desilusionó a muchos de los que fueron a apoyarlo. Desde el inicio, el discurso fue bastante explícito: los he llamado para que, con el calor y la firmeza revolucionaria del pueblo, rindan homenaje a las Fuerzas Armadas de Chile, a las fuerzas de Carabineros y de Investigaciones, que con su actitud aplastaron la tentativa sediciosa. (Destacados míos).


¿Quiénes formaban parte de estas fuerzas armadas leales que salvaron al gobierno?… Allende los menciona, pero éste se me repite: el Regimiento Buin, encabezado por su Comandante y dirigido por el General Pinochet.

Aún sin poder imaginar el papel que Pinochet tendría en mi futuro ni en el de todo el país, ni por los próximos 17 años y los 30 y pico que le siguieron, de algún modo volví, aunque no recuerde cómo, a esa casa de Cóndor con Santa Rosa en la que, un par de meses más tarde, el mismo amigo me despertaría para hacerme ver la misma escena otra vez: el desfile de tanques del Blindado Nº 2... Sólo que acompañados esta vez de marinos, pacos, camiones cargados de milicos y los Hawker Hunter descargando sus cohetes sobre La Moneda, totalmente exitosos y prácticamente sin resistencia que los contuviera.


NOTAS y otros ENLACES


(1) Roberto Souper era miembro de una familia con tradición militar desde que el coronel inglés Roberto Souper Howard jugó un papel, dícese que destacado, en la Guerra del Pacífico. Nuestro Roberto Souper —liberado dos y pico meses después, para el 11 de septiembre, junto a otros oficiales que estaban presos por su participación en el tanquetazo— también jugó un papel destacado, en un asunto tanto o más oscuro que lo llevó a ser sometido a proceso en diciembre del 2012 como cómplice del homicidio calificado de Víctor Jara. (Esta historia, la de la relación entre los oficiales que lideraron el tanquetazo y el asesinato de Víctor Jara nos llevaría por otros caminos, no menos interesantes, pero que quedarán pendientes).


(2) El general Carlos Prats, comandante en Jefe del Ejército, constitucionalista y seguidor de la denominada doctrina Schneider, de respeto a las normas que la Constitución fijaba para las FF.AA., era el último gran escollo de los golpistas para asegurar la participación del ejército en el golpe de Estado. La campaña en su contra dentro del propio ejército, en la que participaban muchas esposas de altos oficiales (y que, por ejemplo, entre otras manifestaciones, le lanzaban maíz para indicar que era un gallina), se había acrecentado. Dos días antes del tanquetazo, en un confuso incidente, habían rodeado su vehículo en calle Costanera, en Las Condes, como parte de la presión para que abandonara la comandancia en jefe del ejército, lo que finalmente sucedió, siendo reemplazado por Augusto Pinochet gracias a su propia recomendación ante Allende. Como muchos sabrán, fue asesinado junto a su esposa por una bomba colocada por la DINA en su auto en el barrio Palermo de Buenos Aires el 30 de septiembre de 1974. La historia de Prats da por sí sola para un largometraje, pero pueden introducirse momentáneamente al tema en el artículo vinculado. [Nota de última hora: dejo acá, apenas mencionado, un gusanito que se revolvía en mi cabeza: relacionar la campaña de acoso y desprestigio usada por la derecha en contra de Prats con la actual campaña en contra de la Convención Constitucional y algunos de sus integrantes].


(3) Citado en https://bit.ly/2XtezU1, artículo que contiene más antecedentes sobre el tanquetazo mismo, así como a otro par de temas claves en la preparación del golpe de Estado: la utilización de la Ley de Control de Armas y la detención de los marineros antigolpistas.


(4) Otros oficiales involucrados fueron René López, Edwin Dimter[>], Antonio Bustamante, Mario Garay, Carlos Martínez, Raúl Jofré y José Gasset.


(5) Entre ellos, el periodista sueco/argentino Leonardo Henrichsen, que filmó su propio asesinato.


(6) Por esos días, los cordones industriales, organizaciones germinales de poder popular, habían iniciado también su propio conflicto con el gobierno, que se manifestó más claramente en la histórica carta a Allende del 5 de septiembre, seis días antes del golpe de Estado.


7) Se refiere al libro La sopa derramada, editado por LOM, en el que Poirot reune fotografías desde sus inicios en 1969 en Nueva York hasta las de La Moneda destruida en septiembre del 73.


Carlos Prats en Wikipedia


Funa a Dimter


Carta de los Cordones Industriales


Llapa 01: Noticiario de Chile Films (25¨)


Llapa 02: Galería de 10 Imágenes


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