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La eleccióndel oprimido (o cómo nos disparamos en el pie sin saber por qué)

Rodrigo Peyreblanque Merino

Actualizado: 8 ene 2024


La nueva constitución no será la redactada estos últimos meses por la Convención, tampoco será la que resulte del proceso que se abra inmediatamente conocido el triunfo del rechazo. La nueva constitución, a mi parecer está en un horizonte aún más lejano.


¿Porque no se aprobó la propuesta de constitución? ¿Tenemos un pueblo egoísta, preocupado por sus intereses personales o de perder lo poco que tiene en un escenario de cambio profundo? ¿Tenemos un pueblo desclasado e inconsciente de su situación de explotación? ¿Estamos llenos de fachos pobres? ¿Somos todos y todas neoliberales? Durante muchas elecciones, cada vez que se ha perdido ante la derecha, se esgrimen este tipo de argumentos y el hacerlo tiene como resultado el trasladar la responsabilidad de la derrota en un agente externo.


¿Quiénes votaron Rechazo? ¡Muchos!, de hecho, la gran mayoría, un electorado formado por el sector que tradicionalmente vota por la derecha, una buena cantidad de nuevos votantes desafectados de la política que no teniendo costumbre de votar lo hizo conservadoramente y haciéndose eco de la campaña comunicacional del rechazo, mucho más grande, con más recursos, más intensiva y plagada de noticias falsas. Lograron instalar sus ideas fuerzas. ¿Ganaron en buena lid? No, no lo hicieron ¿Podíamos esperar otra cosa? No, no podíamos... No debíamos.


Que no se haya aprobado una nueva constitución es un fracaso no de una sola parte (los aprobistas), ni de la población a la que se le quiere caricaturizar como inculta, facho pobre, neoliberal, egoísta, individualista. La culpa, a mi juicio, es de un proceso constituyente que fue secuestrado por las élites políticas, que se desligó de la población y enfrió la participación ciudadana y que finalmente terminó hablando un lenguaje o una jerga incomprensible, lejana, que la población finalmente no quiso compartir.


Este fue un proceso pactado por los partidos políticos cuando la población estaba en la calle exigiendo que se fueran.

El proceso fue entregado, en cada paso que se daba, al manejo de las élites. Este fue un proceso pactado por los partidos políticos cuando la población estaba en la calle exigiendo que se fueran. Fue un pacto de gobernabilidad y de salida institucional para evitar la caída del gobierno y del Congreso. Aunque los partidos políticos sufrieron una fuerte derrota en la elección de constituyentes igual lograron obtener la fuerza suficiente para ser el fiel de la balanza y actuaron de manera monolítica en las decisiones fundamentales, especialmente en la discusión del reglamento de la convención (tres tercios, inexistencia de plebiscitos intermedios o regulando las instancias de participación ciudadana hasta convertirlas prácticamente en una ilusión representada por las Iniciativas populares de Norma que no tenían carácter vinculante y que no influyeron prácticamente en nada en el trabajo de la convención, salvo en su descrédito).


La campaña demostró que se peleaba con una Hydra a la que le cortas una cabeza y le crecen dos, porque si bien, la forma de combatir las noticias falsas es anteponer la verdad, es más fácil establecer una mentira que desmantelar la falsedad de esa afirmación. La respuesta habría estado en la participación ciudadana. La convención siguió la lógica de la representatividad de las antiguas instituciones y ahí se equivocó, el lenguaje adoptado de los convencionales fue el de depositarios de la voluntad soberana y estuvo en muchos casos no exento de soberbia. Las decisiones adoptadas eran producto de sus acuerdos, de sus decisiones pero el resultado se traduce en algo que resulta confuso, no porque no esté bien escrito, sino que porque, por más simple que sea la redacción, a conceptos como plurinacionalidad, presidencialismo atenuado, pluriculturalidad, feminismo, Estado garantista en vez de subsidiario, estatutos de la propiedad privada, colectiva o con interés público, apelan a conceptos de un alto nivel de abstracción que no va a estar al alcance de la población en general en la medida en que no participe en su discusión o elaboración.


La idea de una nueva constitución surgió como una demanda ciudadana que nace en los cabildos y asambleas y de la discusión de lo que originó la revuelta de octubre, de la constatación de una realidad compartida. Rápidamente la población adoptó la demanda de una nueva constitución, reclamó el cambio del modelo económico y exigió el fin de los privilegios y el maltrato de la élite hacia el pueblo. Estas certezas fueron una construcción colectiva que permitió el proceso constituyente y lo impulsó.

el proceso constituyente debería contemplar, o mejor aún, centrarse en la participación ciudadana, a través de mecanismos de discusión de una nueva constitución en el territorio, entre vecinos como insumos vinculantes al trabajo de redacción

Cuando pienso en este proceso pienso en la Pedagogía del Oprimido de Paulo Freire que postula que se aprende en el hacer, que la realidad es opresora y nos impulsa a la disgregación, a la introspección y que aun siendo ésta muy importante, debe producirse en la acción (el pensamiento como acción, "acción reflexiva") pero una acción en contacto con el entorno y con los otros. La transformación sólo es posible en ese contexto. Por supuesto no me refiero sólo al esfuerzo de campaña, sino que el proceso constituyente debería contemplar, o mejor aún, centrarse en la participación ciudadana, a través de mecanismos de discusión de una nueva constitución en el territorio, entre vecinos como insumos vinculantes al trabajo de redacción y que las materias más importantes, complejas o polémicas puedan ser plebiscitadas (eso implica una campaña con la discusión de cada punto en particular). La realización de plebiscitos intermedios sobre articulados específicos permitiría que esos artículos se incorporen con el respaldo de la ciudadanía o se desechen, eliminando en gran medida la intención de rechazar por no estar de acuerdo con un artículo determinado o un punto específico.


En definitiva, la Constitución debe ser sentida como propia para ser aprobada. O es con todos y todas o no será... o peor aún, será ahí no más.


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