La percepción de una crisis de seguridad en Chile ha aumentado en los últimos años, con cifras de criminalidad en constante ascenso. Sin embargo, para entender plenamente este fenómeno, es crucial analizar sus raíces históricas y económicas, así como las políticas aplicadas desde la dictadura hasta el presente.
Desde la dictadura, Chile implementó un modelo económico neoliberal que desmanteló industrias nacionales y entregó recursos naturales a las transnacionales. Este modelo promovió la mercantilización de derechos sociales esenciales, creando desigualdades profundas.
La desindustrialización resultante de estas políticas dejó a muchos trabajadores sin empleo, incrementando la pobreza y la marginalización en amplias áreas del país.
Las políticas neoliberales han venido exacerbando la desigualdad social, profundizando la miseria, el estallido social del 2019, hizo eco de esta situación, y hasta la fecha, Julio 2024, sigue creando un entorno propicio para el aumento de la delincuencia. Los sectores más pobres y marginados, que enfrentan la falta de oportunidades y recursos, recurren al crimen como medio de subsistencia.
El narcotráfico, una forma de capitalismo ilegal, opera con la misma lógica de maximización de ganancias que las empresas capitalistas legales, aprovechando la desesperación y la falta de oportunidades en las comunidades vulnerables, precisando que este modelo de capitalismo ilegal, “crimen organizado”, para que sus relaciones mercantiles funcione de forma operativa y lucrativa, siempre requiere de la institucionalidad, requiere de jueces, policías, aduanas, clase política, abogados, contadores, “soldados” , migrantes y también las nuevas tecnologías como la inteligencia artificial.
Sabido es que la cualidad del trabajo impulso al ser humano de sus ancestros más primitivos, el trabajo es fundamental para el desarrollo integral del ser humano, para el desarrollo de la sociedad. No solo proporciona ingresos, sino que también otorga dignidad, propósito y una vía para la realización personal, mas en las actuales condiciones dadas por el trabajo precario, solo podemos observar una desvalorización acelerada de la vida de los seres humanos, donde ya miles son prácticamente expulsados de ciertos niveles de civilización, existiendo hoy un profundo desprecio por la vida humana.
Para mejorar la calidad de vida, es esencial liberar las fuerzas productivas de las restricciones impuestas por el modelo mercantil. Esto implica promover formas de producción y distribución de la riqueza que sean inclusivas y equitativas.
Los intentos recientes de abordar la llamada demagógicamente “crisis de seguridad” se han centrado en medidas coercitivas, como el aumento de la presencia policial y la implementación de leyes más severas, o derechamente pidiendo Estado de Sitio. Sin embargo, estas políticas no abordan las causas subyacentes de la criminalidad, como la desigualdad y la exclusión social, junto a la crisis del modelo capitalista que ya es evidente.
Toda la clase política, desde los sectores más reaccionarios incluyendo a los "progresistas", también el PCCH, a menudo se sorprenden por el aumento de la delincuencia, sin reconocer que esta ha sido una realidad para los sectores más pobres durante décadas. La crisis de seguridad es, en esencia, una manifestación de un modelo económico fallido que ha dejado a muchos fuera del ámbito de la prosperidad. La situación actual en Chile y en el mundo no puede ser solucionada simplemente con reformas o maquillaje del modelo existente. Las desigualdades y los problemas estructurales son tan profundos que requieren de cambios radicales y fundamentales.
Al comparar la situación de Chile con otros países que han seguido caminos similares, se observa que la relación entre políticas neoliberales y criminalidad no es exclusiva de Chile.
La solución a la crisis de seguridad en Chile, y en otros países, requiere un replanteamiento fundamental del modelo económico. Se necesita un enfoque que priorice la equidad social y económica, ofreciendo oportunidades y protecciones sociales a todos los ciudadanos.
La crisis de seguridad en Chile es un reflejo de las políticas económicas y sociales implementadas desde la dictadura hasta nuestros días. Para abordar eficazmente este problema, es esencial reconocer y atacar las raíces de la desigualdad y la exclusión social, adoptando un modelo económico que sea verdaderamente humano y sostenible.
Avanzar hacia una sociedad sin clases sociales requiere superar el modelo económico actual y construir un sistema donde el bienestar de todos los ciudadanos sea prioritario. Esto incluye garantizar el acceso a trabajos dignos y a derechos sociales fundamentales.
Más allá de simples reformas, Chile y el mundo necesitan una revolución social que transforme las bases de nuestro sistema económico y social, construyendo una sociedad más segura, equitativa y justa para todos.
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