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Acuerdo por Chile: todo huele a podrido

Cucho Márquez

Actualizado: 7 ene 2024


Este artículo es la transcripción ampliada y corregida de tres audios enviados al programa Agujas en el Pajar que se transmite todos los sábados a las 19:00 horas por Radio La Comuna. Se trató del programa del sábado 8 de enero recién pasado y que intentó pronosticar —con ayuda del Tarot— lo que se nos viene encima este año 2023.


Comenzaba así:

Un asunto que nos va a acompañar todo el año 2023 va a ser este último capítulo del proceso constitucional. Hay algunas cosas que me gustaría comentar al respecto, pero la premisa de todo es que el Acuerdo por Chile es una reverenda basura, una basura que ensucia y contamina a todos los que participaron en su génesis y/o desarrollo, sin excepciones de ninguna especie.


El contexto

Al parecer, nadie esperaba que el resultado del plebiscito de salida del 4 de septiembre del 2022 significara un holgado triunfo del Rechazo. Tampoco fue una posibilidad contemplada en el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, que había dado el vamos al proceso, ni en la Ley 21.200 que lo reguló.


Aparte del estupor y pérdida de iniciativa generado entre quienes lo habían apostado todo al proyecto de Nueva Constitución y que —de un modo u otro— fueron abandonando paulatinamente el escenario, el resultado dio origen a un debate al interior de la casta política respecto a la interpretación del camino a seguir: ¿debía entenderse el resultado del plebiscito de entrada como un el pueblo de Chile quiere una Nueva Constitución pero no quizo ni quiere, bajo ninguna circunstancia, que ella sea resuelta por una comisión mixta, como tímidamente insinuó en su momento el propio presidente y alguna ministra, o, por el contrario, el rechazo de la propuesta incluía también al proceso anterior y había que aplicar un borrón y cuenta nueva, como pretendía la derecha?


No voy a aguar ningún suspenso contando el final de una película que ya todos conocen: ganó la derecha y el Acuerdo por Chile, que consagra el nuevo pacto, fue finalmente firmado por todos los partidos del gobierno tras más de tres meses de debate.


¿Y en qué consiste este acuerdo? Básicamente, en que todo lo resuelve el Parlamento, grandísimo representante de la casta política. Veamos cómo:


Los bordes y otras taras

La comodidad ofrecida por la Constitución del 80 al dominio neoliberal, en especial las trabas a la competencia estatal, hicieron que más de alguna norma contenida en la propuesta de Nueva Constitución pudiera sentirse incómoda, algo así como un ajicillo en las aposentaderas.


"Mientras más igual y menos diferente sea todo, mejor. De eso se trata ser conservador, aunque se pugne por parecer moderno."

Por ello, lo primero es lo primero, y lo primero fue definir los límites de lo nuevo: 12 bordes* que definen lo que es permisible en este nuevo debate, una forma de garantizar de entrada que no se tocarán asuntos considerados esenciales, aunque en algunos casos se trate de cuestiones más bien simbólicas (No vaya a ser que a alguien de mal gusto se le ocurra poner al perro matapacos en el escudo o cambiar la estrella de la bandera por un guñelve). Mientras más igual y menos diferente sea todo, mejor. De eso se trata ser conservador, aunque se pugne por parecer moderno.


Una vez fijado este marco, se establece quiénes quedarán a cargo del cambalache... Tres órganos se encargarán de todo:

  • 50 miembros de un Consejo Constitucional elegidas por sufragio universal y obligatorio**.

  • 24 miembros de una Comisión Experta elegidos miti/mota por diputados/as y senadores/as, según la representación política de las cámaras y

  • 14 juristas para el Comité Técnico de Admisibilidad, elegidos por el Senado de acuerdo a una propuesta de les diputades.

Detalles más, detalles menos, tales como la paridad, la representación de pueblos originarios, la participación de los independientes y la aplicación de quorums de 4/7 ó 3/5, el proceso es el siguiente:


"la Nueva Constitución será discutida con un Tribunal Constitucional situado en sus mismas entrañas que definirá qué corresponde o no discutir."

La Comisión Experta redactará un anteproyecto que será discutido por el Consejo Constitucional. El Comité Técnico de Admisibilidad determinará lo que es o no es... admisible. Este último comité es lo más importante, porque significa que la Nueva Constitución será discutida con un Tribunal Constitucional situado en sus mismas entrañas que definirá —de manera inapelable— qué corresponde o no discutir.


Mientras muchos se preparan para votar en abril y noviembre, otros han puesto el grito en el cielo ante una propuesta que los ha anonadado porque significaría el secuestro de la soberanía popular por parte de la oligarquía, como si la soberanía popular no estuviera secuestrada desde el 11 de septiembre del 73, a lo menos, si es que no desde antes, o como si hubiesen estado esperando —inactivos— todos estos meses a que la oligarquía le entregase el poder al pueblo.


El origen del mal

Esto puede parece de perogrullo, pero no lo es: son pocos los que lo mencionan; otros, los que lo mencionan a medias o a regañadientes, y una gran mayoría ni lo ve o hace como que no lo ve. Lo recalco entonces, porque la relación entre el acuerdo original (por la Paz) y el actual (por Chile) no sólo es soslayada o negada, sino que también se ha intentado establecer un antagonismo entre lo que fue la experiencia de la Convención Constitucional y el actual Acuerdo por Chile, en circunstancias de que este último ha sido sólo facilitado por el destino de la Convención.


Momentos que resultaron sorprendentes de la Convención Constitucional, como el resultado en la votación del plebiscito de entrada, la elección de convencionales mayoritariamente independientes y la actitud inicial desafiante de muchos de ellos parecieron desbordar el acuerdo inicial, pero este movimiento de desborde no alcanzó a modificar el hecho de que el proceso se deslizara por los rieles ya diseñados e instalados por las elites y la reforma constitucional que lo reguló.


Puede que haya habido desbordes de lo pautado, pero no alcanzaron a producir su descarrilamiento.


Del sartén al fuego

Con el Acuerdo por Chile firmado por todos los partidos de gobierno**** (incluido el Partido Comunista, que había safado del descrédito de firmar el Acuerdo por la Paz el 2019), un gran lote de sus integrantes y partidarios —aunque con remilgos y críticas— lo defienden con los argumentos ya conocidos: es lo que hay, el mal menor, la medida de lo posible, un pichín más de democracia es mejor que menos, este gobierno es lo único que tenemos, y un larguísimo etcétera.


Finalizado el periplo de la Convención Constitucional con el fracaso del 4 de septiembre, la pelota volvió a la cancha de la casta política, que ahora, sin obstáculos gravitantes en el camino, muestra con más claridad las diferencias y conflictos entre sus distintos componentes. Por más que tengan en común el disfrute de sus privilegios y sean capaces de cerrar filas ante el peligro de crisis o del mejoramiento esencial del sistema, como son los casos del propio Acuerdo por la Paz, del Estado de Excepción en el Wallmapu o de la aprobación del TPP11, por poner algunos ejemplos, sus diferencias comienzan a mostrarse y hacerse más evidentes en la medida que la presión popular disminuye.


Una manifestación clara de lo dicho es que el discurso oficialista, como obedeciendo a la máxima de la mejor defensa es el ataque, se ha centrado cada vez más en el descrédito de la derecha política, como dando a entender que el conflicto central es el de derecha versus progresismo. Esta campaña nos va a mojar porque nos van a acusar, como ya lo han hecho, de dejarle la cancha libre (o hacerle el juego) a esa misma derecha, convertida ahora en la depositaria única de todos los males que nos aquejan.


También, sectores ajenos a la elite han decidido entrar a tallar en esta fase del proceso, sectores que no pertenecen a los partidos representados en el parlamento, especialmente miembros de organizaciones o movimientos sociales, y que prefieren apuntar a cuestiones como la paridad, la participación de los pueblos originarios y de los independientes, la falta de transparencia, etc., empantanándose en una lucha en el terreno institucional que abriría la puerta a la posibilidad de introducir métodos más democráticos y participativos.


Lamentablemente, ya rayada la cancha, se trata sólo de conseguir las migajas que puedan caer de los mesones de la cocina. Ninguna de estas movidas institucionales logrará cambiar lo logrado ya por la casta política: amononar la constitución dictatorial para ponerle un candado a la ilusión de cambiarla, pero haciendo creer que el proceso ha dado a luz a una completamente nueva.


Nuestro pedazo de la torta

¿Qué nos queda por hacer a los que no nos creemos el cuento? ¿Cómo evitamos que otros se traguen esta nueva rueda de carreta? Lo primero: rechazar el Acuerdo por Chile de la A a la Z. Denunciarlo en todos los términos que imaginemos y podamos, develar su esencia, así como cada una de sus facetas tramposas, en cada uno de los medios posibles y prepararnos para aquellos que aún no hayamos alcanzado, denunciando también el olvidado origen de su nacimiento en el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución y los intereses que representa. Lo segundo: no caer en la trampa de creer que mediante acciones realizadas dentro de los marcos institucionales se podrá obtener algún beneficio que modifique sustancialmente los resultados. Aunque dichas acciones estén sustentadas por las críticas más radicales, no socavarán los límites ya impuestos. Por el contrario, es también probable que fortalezcan al acuerdo en la medida que contribuyan a la ilusión de que es posible cambiarlo o de que hay espacio para la disidencia.


El período que se nos viene encima estará lleno de apoyemos esta indicación de Fulano, firmemos esta carta de Zutano, participemos de esta coordinación contra lo que sea, pidámosle al partido X que nos ayude con la lista Y para formar una bancada opositora al Acuerdo dentro del Acuerdo, votemos por Menganito que propondrá cambios interesantes y que representa a tal sector social... O sea, viejas trampas e ilusiones que solo aportarán nuevos y futuros desengaños.


"Muchos no se han recuperado siquiera de la golpiza del 4 de septiembre; otros, que creen haberlo hecho, no atinan a tener una explicación, y los que creen tenerla no son capaces de ver su propia responsabilidad en el proceso."

Vivimos un claro período de reflujo en el que muchos siguen exhalando hálitos de derrota. Muchos no se han recuperado siquiera de la golpiza del 4 de septiembre; otros, que creen haberlo hecho, no atinan a tener una explicación, y los que creen tenerla no son capaces de ver su propia responsabilidad en el proceso. Todos ellos, son los más propensos a ilusionarse con las trampas del proceso. Quien vive derrotas a medias no hace sino cultivar la que prosigue.


El reflujo podrá o no remontarse según el devenir de la crisis y de la capacidad de respuesta de quienes sufran sus peores efectos. Hay indicadores de recuperación social y la crisis económica empujará a nuevos y viejos sectores a la lucha. Pero dos cuestiones son importantes para estar en el mejor pie de combate posible: estar mínimamente organizados y hacerlo en torno a las necesidades más reales y sentidas por las masas. (Si en el curso de la lucha esas necesidades encajan con cambios en otros niveles, bienvenido el encaje, pero no permitamos que queden de lado por el predominio de las retóricas constitucionalistas).


Afortunadamente, estamos a tiempo para conversar y actuar sobre el qué hacer del futuro, inmediatamente y a mediano plazo, incluidos los dos días en que estaremos obligados a ir a las urnas... Que el próximo estallido no nos pille a poto pelado.

Para escuchar el podcast haz click en la imagen.

*Los doce bordes son: 1.Asegurar el que Chile es una República Democrática, cuyo poder deber adicar en el Estado. 2.Establecer que Chile es un Estado Unitario y Descentralizado. 3. Consagrar a Chile como un Estado Social de Derecho. 4. Respetar los emblemas patrios, escudo nacional, himno. 5. Proteger derechos fundamentales como: la libertad de conciencia y de culto, el derecho de propiedad, a la vida, la libertad de enseñanza. 6. Consagrar estados de excepción constitucional en materias de orden y seguridad. 7.Definir constitucionalmente con subordinación al poder civil la existencia de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Orden y Seguridad, con mención expresa a carabineros y policía de investigaciones. 8. Reconocer a los pueblos originarios como parte de la nación chilena. 9. Definir que el Estado chileno tiene 3 poderes separados e independientes: el Poder Ejecutivo; con jefe de gobierno e iniciativa fiscal de gasto, el Poder Judicial; con unidad jurisdiccional y con pleno respeto de las sentencias judiciales firmes y ejecutoriadas y el Poder Legislativo compuesto por cámara de Diputados y Senado. 10. Consagrar los siguientes órganos autónomos: Banco Central, justicia electoral, Ministerio Público y Contraloría. 11. Consagrar el cuidado y la conservación de la naturaleza y su biodiversidad, y 12. Establecer que la soberanía tiene como límite la dignidad de la persona humana y los Derechos Humanos reconocidos en los tratados internacionales.


**Por si eres de los que creen que ésta es la parte democrática del acuerdo, recordemos que se trata del sistema electoral con que se elige a los senadores, que de democrático no tiene mucho, empezando porque son bastante pocos y la representatividad que tienen los elegidos de acuerdo a la cantidad de votantes por región es bastante dispareja. Lo más probable, es que el resultado consagre la representatividad actual de los partidos en el Congreso, puesto que los independientes van, si aceptan, de colados. Considera también la posibilidad de que, gracias a la aplicación del método D'Hondt, veas como tu candidato/a sea desplazado por otro/a que sacó menos votos, pero recibió unos cuantos de su cabecilla de lista.


***En palabras de Alejandro Guillier: Si cayera el Presidente, cae el Congreso. Aquí nos vamos todos para la casa. La crisis de legitimidad también nos toca a nosotros.


**** El Acuerdo por Chile fue firmado por: UDI, Renovación Nacional, Evopoli, Partido Demócrata Cristiano, Partido Radical, Partido Liberal, Partido Socialista, Partido Comunista, Partido por la Democracia, Partido Comunes, Partido Federación Regionalista Verde Social, Convergencia Social, Revolución Democrática y Acción Humanista. Además de los movimientos Amarillos por Chile, Demócrata y Unir.

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